Es parte de nuestra praxis política y un accidente más de nuestra topografía insular, recibir, en los escarceos que preceden a la lucha electoral, la visita de posibles candidatos. Por estos días, nos visitó en Ushuaia el diputado del PRO Sergio Bergman, quién hizo gala de una personalidad profunda y afable. Esta rara avis de la política, nacida con la crisis del 2.001, y metido en la acción por consejo del entonces cardenal Bergoglio – a quién llama su rabí, su guía en la política– tiene la virtud de hacer coincidir la imagen exterior del kipá que cubre su cabeza, con un pensar ecuménico, que va al rescate de lo que el hombre tiene de común, sin dejar de ser lo que cada uno es.
Su actividad en la capital fueguina no ha sido un derroche de originalidad: se comprometió, como todo político que busca ser escuchado por estos lados, a defender el espíritu de la ley 19.640 y a “colaborar en la situación general de Tierra del Fuego”, como se informa desde la gobernación de Ríos. Pero más allá de lo que a veces suena como un cumplido –en el mayor de los sentidos de la palabra– hizo un análisis importante, porque puede ser comparado, de cómo piensa al nuevo ciclo político de la Argentina.
Si tenemos que resumirlo en pocas letras, lo suyo no es una pretensión revolucionaria ni siquiera reformista; en la situación actual, de tener que optar entre los liderazgos o el compromiso con “lo que está escrito”, se queda con lo último. Cree que los argentinos debemos comenzar con cumplir con la constitución que tenemos, haciendo realidad la división de poderes y federalismo, una gran deuda de nuestros gobiernos, desde hace mucho tiempo. Lo antepone a lo ejemplar, modelo que favorece las revoluciones o grandes transformaciones, donde vale por sobre todo la voluntad de un líder o un programa, al que le hemos dado nuestro voto ciudadano. En tal caso, los modelos de liderazgo valen –según Bergman– como indicadores de una dirección, acompañándose con el ejemplo, cuyo límite de acción es siempre la ley y no la necesidad del momento.
Me parece, en tiempos de estudio y elección individual, que la síntesis presenta un buen esquema comparativo para decidir nuestro voto: si queremos un país conducido por voluntades, a las que nos sometemos cuando ganan o nos reducimos siempre al límite del respeto a lo que es la ley vigente, modificable sólo en el ámbito de cada Poder del Estado.
(*) El Roberto Spratt fue Juez Federal.